El amor de Bjorn (Las cuatro Atalayas 1) (Spanish Edition) by Naitora McLine & Verónica Thorne

El amor de Bjorn (Las cuatro Atalayas 1) (Spanish Edition) by Naitora McLine & Verónica Thorne

autor:Naitora McLine & Verónica Thorne [Naitora McLine & Verónica Thorne]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2014-01-08T23:00:00+00:00


CAPÍTULO 13

Bjorn miró profundamente a los ojos de su mujer, se perdió en las profundidades verdes, bajando lentamente a su boca degustándola, probando la suavidad de sus labios y dibujando su contorno con la punta de la lengua. Ella estaba completamente dispuesta y entregada a su caricia, necesitada de su contacto lo tocaba por doquier, sin obviar ningún rincón. La diminuta mujer lo empujó y se subió a horcajadas sobre él, besándolo hasta el delirio, restregándose duro sobre su potente erección, alzada para su disfrute.

—Eres mía, lass. Toda mía —acarició los costados de sus pechos mientras ella descendía una vez más a sus labios, le lamía la nariz, la cara, la boca y Bjorn necesitado se apretaba contra ella, la apretaba entre sus brazos y le devolvía el beso largo e intenso.

La figura de la mujer comenzó a difuminarse, tocaba su cuerpo pero solo palpaba aire, sin embargo sus labios seguían probando su boca, su dulce lengua lo lamía incrementando su deseo. Bjorn, que yacía de espaldas y con los ojos cerrados, los abrió con una sonrisa perezosa, palpando el aire tratando de alcanzarla.

—Lass... No te alejes —sentía la boca pastosa y un extraño sabor—. No es por cuestionar tu alimentación, mujer, pero diría que acabas de comer hierba —Bjorn abrió los ojos al sentir una nueva lamida y vio un rostro peludo, un hocico alargado y unos inteligentes ojos tan negros como el resto de su pelaje—. ¡Por los dioses, Eòlas! —se alejó a toda velocidad dejando caer la manta y quedando desnudo mientras se frotaba intenso la boca, tratando de desterrar el desagradable sabor—. ¡Acabas de besarme?

El caballo relinchó como si asintiera burlándose de él. El hombre volvió a limpiarse la boca, se movió hasta el cubo de agua y se enjuagó, escupiendo luego el líquido.

—Amigo mío... —una sonrisa se ubicó en su rostro y empezó a carcajearse—, la culpa es mía por caliente. Esa mujer me la ha jugado otra vez.

Negó divertido, mirando de nuevo al caballo.

—Te lo advierto, no vuelvas a hacerlo. Si lo haces... —Bjorn negó—. Mejor no lo hagas, Eòlas. Hay cosas que entre hombres no deben hacerse, menos entre especies.

Se irguió y miró al horizonte buscando alguna señal, pero ya no había ni rastro. La mujer sabía ocultar bien sus huellas. El desánimo lo inundó de pronto, pero no duró mucho. Estaba acostumbrado a lidiar con causas difíciles y una diminuta mujer no podría abatirlo. ¡De ninguna manera se lo permitiría! Ella era suya y cuando antes lo aceptara, antes podrían empezar a disfrutar de la dicha del emparejamiento.

Entró en la tienda, se colocó hábilmente su plaid y comprobó que el rasguño ya había desaparecido. Recogió algunas cosas importantes y caminó de nuevo al exterior, acercándose al semental, ofreciéndole zanahorias.

—Come, aunque no lo merezcas por ese beso que acabas de darme. Debe quedar entre tú y yo, no queremos que la dama piense cosas que no son.

El caballo se la comió y movió la equina cabeza de arriba a abajo, en señal de afirmación como si comprendiera, Bjorn le dio unas amables palmaditas en el cuello y lo acarició.



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